Hoy es 5 de marzo del 2002. Había
empezado a escribir este manual de crítica el 24 de septiembre del año pasado.
No han pasado más de cinco meses, y escribiendo a ratos libres, he acumulado
casi ciento cincuenta folios con un cierto orden. Creo que ya componen un libro
así que es hora de releerlos y corregirlos, aclarar conceptos, mejorar las
descripciones, enlazar ideas, y evitar repeticiones para hacer más agradable su
lectura.
Al hablar en el capítulo 5 de la creatividad,
decía que toda creación es un acto de ingenuidad, pero faltaba añadir que dicha
ingenuidad alcanza su plenitud cuando la creación se realiza sin encargo ni
finalidad concreta. De entre todas las razones que puedo imaginar para
justificar la redacción de este libro la más importante es la de haber
descubierto que escribir libros sin otra finalidad que el puro escribir, es una
interesante forma de vivir. La escritura en forma de libro y el escepticismo
ante su publicación (después de otros cinco meses más mi anterior Una Voz en un
Lugar sigue sin encontrar editor) le separan tanto al escritor del lector que
uno parece escribir para sí mismo.
La primera redacción de este
libro me ha servido para hacer algunos descubrimientos interesantes, releer
muchos libros, relacionar unas cosas con otras, acumular material para mis
clases en la Escuela, y sobre todo, para ausentarme un poco de la espantosa
superstición de esa Actualidad que cada día predican todos los periódicos y
medios de comunicación. Desde una perspectiva egoísta casi preferiría empezar
con otro libro que corregir éste. Pero en todo proceso creativo hay una fase de
entusiasmo, de explosión de ideas y de realización de bocetos, y otra fase de
desarrollo, crítica, ajuste, corrección y perfeccionamiento. En la primera
parece que se atiende a los aspectos más generales de la obra, mientras que en
la segunda se ocupa uno del detalle. Si al realizar los ajustes de la segunda
fase se pierde la fe en los bocetos originales, toda la obra se viene abajo. Y
viceversa; en arquitectura se dice que casi es mejor un mal proyecto bien
construido que no un buen proyecto mal ejecutado.
En la jerga de la creación a los
trabajos de desarrollo y ajuste de una idea inicial se le denomina “el oficio”.
Y así como para el boceto hay que tener gracia o intuición, o chispa, o suerte,
para el oficio hay que tener unas cualidades bien distintas tales como
paciencia, tenacidad e incluso una gran generosidad: porque mientras en la
creación inicial parece que uno trabaja para sí, en el desarrollo y perfeccionamiento
de un boceto, uno trabaja para los demás. No es fácil que todas esas cualidades
se den en una misma persona, así que no es de extrañar que las mejores obras de
creación sean tarea colectiva.
En el punto en que estoy, esto
es, después de la redacción original del libro, yo debería pedir ayuda a
alguien, solicitar una beca, hacer un contrato con un editor o incluso dárselo
a alguien con mucho oficio para que lo corrigiese (a un Eduardo Mendoza por
ejemplo). Pero como yo no soy Oscar Tusquets y me llevo muy mal con los
editores que he tratado (me recuerdan a los promotores de edificios), antes que
humillarme en pedir ayuda económica a nadie prefiero la humildad del trabajo de
ajuste. La única objeción seria es que como es mi primer libro carezco por completo
de oficio y me va a salir mal. Pero quien sabe, a lo mejor descubro en ello una
nueva vocación.